Los investigadores destacan que el ambiente determina si las personas expresarán los genes
- JAIME PRATS
La fuerte influencia de los genes en la personalidad no implica que los factores heredados determinen irremediablemente el perfil de las personas. El profesor Nathan Gillespie, del Instituto de Investigaciones Médicas de Queensland de Australia apuntó ayer en la clausura de la VIII edición del encuentro Proyecto Genoma Humano, que se celebra en Valencia, que los genes influyen hasta un 60% en la personalidad del hombre. Sin embago, subrayó la importancia de los factores ambientales para que los rasgos heredados se expresen.
La conferencia de Natham Gillespie, La genética de la personalidad, cerró la edición de este año del congreso sobre genética que se celebra en la sede de Valencia de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP). El investigador australiano fijó en el 60% la importancia del peso de la herencia en la personalidad de los humanos. Sin embargo, no se olvidó de los factores ambientales, que dividió en dos. Uno de ellos es el entorno compartido, es decir, todo aquello que absorbe de su convivencia familiar y que las personas tienen en común con sus hermanos. Otro es el entorno no compartido, derivado de las experiencias individuales, que es el aspecto que realmente 'nos hace diferentes', como apuntó el investigador. Para el ponente, la genética siempre será, como mucho, 'una predisposición del individuo a manifestar determinados rasgos de la personalidad', por lo que el entorno 'será determinante para favorecer que tales rasgos afloren o no'.
Depresión
Gillespie también abordó la importancia que tienen los genes en las depresiones. Apuntó que el peso de los factores heredados en este aspecto alcanza hasta el 40%, y señaló que en cuanto se avance en las investigaciones sobre el origen genético concreto -los genes particulares que intervienen en las depresiones- se tendrán más instrumentos farmacológicos para afrontar el origen del problema. En todo caso, como apuntó Gillespie, la mejor solución será la intervención ambiental. Los genes necesitan un ambiente adecuado para expresarse, de forma que si se previenen estas condiciones, se puede impedir que la genética cumpla su misión.
Gillespie puso el ejemplo del la influencia del gen RD2 en adictos a la heroína. En función de la frecuencia en la que se presenta en toxicómanos, se pude predecir el éxito de un tratamiento de metadona con estos pacientes. De esta forma, antes de iniciar el tratamiento se puede conocer las personas que tendrán una tendencia a cumplir con el tratamiento, lo que no implica que el resto de toxicómanos no tengan posibilidad de éxito, sino que se tendrá que incidir más en el aspecto ambiental. 'La expresión de los genes es inútil sin un ambiente donde se pueda expresar', apuntó el investigador', 'por ello, el ambiente siempre será importante, y dependerá el uno del otro'.
El consejero de Sanidad, Serafín Castellano, y el director de la UIMP, José Sanmartín, clausuraron ayer el VIII Encuentro Internacional sobre el Proyecto Genoma Humano: Genética y conducta, que durante los últimos tres días ha reunido a medio centenar de investigadores españoles y extranjeros. El encuentro abordó aspectos del comportamiento como el alcoholismo, las conductas alimentarias, la violencia y su relación con los aspectos heredados.
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