JUAN ANTONIO NUÑO MONTES: SEMBLANZA

 


JUAN ANTONIO NUÑO MONTES: SEMBLANZA

Benjamín Sánchez M.1

1Instituto de Filosofía, Universidad Central de Venezuela. E-mail del autor: besamu02@yahoo.co.uk

 

Juan Antonio Nuño Montes nació el 27 de marzo de 1927 en Madrid. De familia castellana, padre manchego y madre burgalés, era el mayor de cuatro hermanos. Falleció en Caracas el 5 de mayo de 1995 a la edad de 68 años, hace ya 17 años. En esta corta semblanza trataré de dar una mirada rasante a los distintas etapas de su vida y su obra.

Entre 1936 y 1939, de los 9 a los 12 años de edad, vivió los últimos años de la República o, citando al propio Nuño en correspondencia enviada a sus más allegados: “tuve la oportunidad de ver en vivo las escenas originales de lo que mucho después se firmaría bajo el título Morir a Madrid”. En los inicios del franquismo, del 39 al 45, dice de nuevo Juan con su ironía característica: “Tuve el privilegio de vivir en un país nacionalsindicalista (versión subdesarrollada del nacionalsocialismo alemán, su modelo) bajo la bienaventurada protección de un Caudillo y la penetrante mirada del Partido Fascista, la Falange”. Del 40 al 46 estudió bachillerato con los Hermanos Maristas; al terminar sus estudios secundarios se fue a Francia, evitando tener que prestar el servicio militar en el ejército franquista.

 En 1947 se traslada a Caracas. Cursa estudios en la Universidad Central en la recién creada carrera de filosofía, bajo la guía de un grupo de profesores, muchos de ellos europeos, entre los cuales cabe destacar a Domingo Casanovas, Bartolomé Oliver, Eugenio Imaz y Juan David García Bacca. Luego de cuatro años de estudios recibió el título de Lic. de Filosofía y Letras, mención Filosofía, en julio de 1951, en la primera promoción de licenciados de esa carrera en esa universidad. Allí mismo, diez años más tarde, recibió el título de doctor en filosofía con una tesis tutorada por el maestro Juan David García Bacca, titulada “La dialéctica platónica: su desarrollo en relación con las teorías de las formas”. En el ínterin (1951-53), gracias a una beca otorgada por la UCV por sus meritorios estudios de licenciatura realizó estudios de postgrado en la Universidad de Cambridge, en Lógica, con David Pears, reconocido filósofo especialista en Ludwig Wittgenstein y traductor, con Brian McGuinness, del Tractatus Logico-Philosophicus; y, en la Sorbona, en Historia de la Filosofía y existencialismo con Merleau-Ponty. Al regreso de su periplo europeo, contrajo matrimonio con nuestra recordada Alicia López Navarro, el 21 de diciembre de 1953, con quien tuvo dos hijas: Alicia y Ana. En 1953 ingreso a la planta profesoral de Filosofía en la UCV, hasta 1955 cuando la dictadura de Marcos Pérez Jiménez decidió clausurar a la Universidad Central. Al quedar desempleado, Nuño se vio obligado a buscar trabajo como responsable comercial y de ventas de una petrolera inglesa, hasta el año 1958 cuando la dictadura perezjimenista fue derrocada por un golpe de estado cívico-militar. De esa manera pudo retomar su cargo de profesor-investigador de la Universidad Central. Posteriormente, entre 1964-1965, amplió sus conocimientos de lógica al realizar un curso de lógica matemática y una investigación sobre historia de la lógica en la universidad de Friburgo, con el lógico polaco Józef Maria Bocheński.

Inició su brillante carrera en la UCV como ayudante en el Instituto de Filología Clásica (1950-51), posteriormente denominado “Andrés Bello” (1952-53), y luego pasar a ser miembro ordinario, docente e investigador, de la Escuela de Filosofía y el Instituto de Filosofía, respectivamente (1953-55), con los tres años de interrupción por el ya seña- lado cierre de la Universidad, hasta su temprana jubilación en 1978.

En la Escuela de Filosofía fue profesor de varias asignaturas y seminarios. Dictó cursos de Filosofía antigua, medieval, moderna y contemporánea, así como seminarios de metafísica, filosofía de la ciencia y filosofía de la historia. Fue uno de los primeros en analizar en Venezuela el pensamiento de Martin Heidegger, la fenomenología husserleana, la gnoseología de Hartmann, las relaciones discordantes entre los existencialismos de Jaspers, Heidegger y Sartre, así como el análisis crítico de los pensadores marxistas Giôrgy Lukacs, Louis Althusser y el mismo Jean Paul Sartre. Fue profesor invitado de las facultades de Medicina, Ciencias, Arquitectura y Faces de la Universidad Central y profesor invitado en la Universidad de Los Andes.

En el extranjero dictó cursos y seminarios en la Universidad Autónoma de México, donde fue cofundador de la revista Crítica del Instituto de Investigaciones Filosóficas; en las universidades españolas Complutense de Madrid y Autónoma de Barcelona, en la Universidad de Río Piedras de Puerto Rico y en la Universidad San Marcos de Lima. En 1974 creó, en la UCV, los estudios de postgrado en Lógica y Filosofía de la Ciencia, donde dictó las cátedras de lógica, epistemología y metodología de las ciencias; amén de seminarios especializados sobre autores contemporáneos como Russell, Wittgenstein y Carnap, entre otros, al igual que sobre temas de filosofía analítica, del lenguaje y de la ciencia. Nuño, además de ser profesor de la UCV, desempeñó la docencia en los Liceos “Andrés Bello” y “Juan Vicente González” (entre 1950 y 1953).

Nuestro autor ha sido considerado un pensador asistemático debido a su manifiesta animadversión por los sistemas filosóficos; de hecho, concebía la filosofía como una actividad de crítica hacia todo los sistemas filosóficos, tesis plasmada en su libro Los mitos filosóficos. En un trabajo publicado en la revista Akademos por su alumno y colega del Instituto de Filosofía, Vincenzo Piero Lo Monaco, encontramos una descripción de la filosofía de Nuño que refleja acertadamente las características de nuestro pensador:

 “Juan Nuño siempre orientó su palabra a estrechar la profunda brecha abierta entre nuestras ideas y prácticas. Enteramente con- vencido de que el sesgo de la vida social y de la acción humana es el impreso al trasluz, grueso, simplificado y difuminado, de abstractas ideas filosóficas, creía firmemente que la tarea del intelectual era la de rastrear, interpretar y hacer manifiestos tales ocultos esquemas. Filósofo a cabalidad, mantuvo siempre una actitud de insobornable desconfianza hacia los sistemas filosóficos, consciente como era de que la percepción de la vida humana es a la vez cosa demasiado preciosa y compleja como para enclaustrarla por entero en abstractas teorías omnicomprensivas. Tal vez por ello fue siempre pensador asistemático. Le horrorizaban los sistemas, los abominables círculos, los cierres perfectos; concebía la filosofía más como una actividad de crítica generalizada e infinita ejercida justamente sobre aquellos sistemas”. “Expansión y alternativas de estudio del Área de Filosofía en el postgrado…”, Akademos (Caracas), año 1, número 1 (junio 1999), págs.. 34-37)

Nuño fue miembro del Consejo de la Facultad de Humanidades y Educación, entre 1959 y 1964; ejerció además la dirección del Instituto de Filosofía en dos oportunidades: 1962-1964 y 1977-1978. En este último período Nuño logró que las autoridades le otorgaran cuatro partidas presupuestarias para repotenciar el plantel de investigadores del Instituto; tres de ellos estamos jubilados; el cuarto ejerce el cargo de Decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV. Los cuatro tuvimos la suerte de ingresar en el Instituto en esa época, donde nos presentamos a los diferentes Concursos de Oposición, ganarlos y hacer nuestras carreras académicas en ese espacio fundado por Juan David García Bacca y nutrido con la inteligencia de Juan Nuño, Alicia de Nuño, Marisa Kohn de Beker, Victoria de Stefano, Ernesto Battistella, Julio Pagallo y los invitados de honor permanente: Federico Riu y Pedro Lluberes. Otro gran acierto de Nuño al frente del Instituto fue la idea de abrir un Seminario sobre filosofía al cual tenía acceso el público interesado, con invitados nacionales e internacionales. Los productos (ponencias) que surgían de este seminario eran publicados en Episteme, órgano de divulgación del Instituto.

Juan Nuño fue miembro (1958-59) y Presidente (1960) del fallecido Colegio Humanístico. Recibió el premio CONAC de ensayo en 1987 y la orden José María Vargas por la UCV. Fue miembro titular y representante desde 1976 de nuestro país en el Institut International de Philosophie. Dos de las ponencias que presentó en los encuentros internacionales, donde asistía regularmente, una en alemán y la otra en inglés, han sido recuperadas de su expediente y serán traducidas y publicadas, este mismo año, en la revista Episteme.

Otra faceta de Nuño fue la de divulgador del pensamiento filosófico en su acepción más amplia. Para tal fin utilizó, en sus últimos quince años, revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Además fue un excelente expositor, por lo que era invitado frecuente de diferentes entes públicos y privados donde dictó conferencias sobre temas de diversa índole, más allá del ámbito filosófico. En los últimos años de su vida se convirtió en un brillante columnista del periódico El Nacional, con artículos de opinión sobre los más variados temas. Su pasión por el cine le indujo a escribir cotidianamente sobre laspelículas que estimulaban su racionalismo crítico, incluso escribió un libro sobre el tema titulado 200 horas en la oscuridad. Crónicas de cine.

Como columnista colaboró también con la publicación caraqueña Economía hoy, con El Mundo de Madrid, la revista madrileña Claves de razón práctica y la mexicana Vuelta. Ana Nuño, su talentosa hija menor, nos ha regalado una acertada reflexión sobre esta faceta de su padre:

“Nuño no fue un comentarista más o menos especializado en temas específicos, de los que era capaz de abordar un amplio abanico, extrayéndolos de la actualidad política, la historia, la literatura o los simples lugares comunes de las opiniones de sus contemporáneos. Pero cualquier lector de esta parte de su obra comprende de inmediato que tiene delante un corpus, a la par que heterogéneo, coherente: conocimientos adquiridos y refinados durante más de treinta años de ejercicio de la filosofía, aparecen aquí perfectamente aclimatados a una función crítica esencial: contribuir al desvelamiento de las falacias e imposturas –los idola fori, habría dicho Bacon– que impiden la cabal comprensión del mundo en que vivimos”. En “Acercamiento a Juan Nuño”, prólogo a la reedición en 2007 de El pensamiento de Platón, FCE, México.

Nuño fue un escritor prolijo: No pretendo agotar en esta semblanza toda su producción filosófica-literaria ni mucho menos su extensa obra periodística. Me limitaré a indicar sus escritos más conocidos: La filosofía de Borges (México, 1986, Barcelona, 2005) y La filosofía en Borges (Barcelona, 2005); El pensamiento de Platón (publicado en Caracas, 1963; y después en México, 1988 reeditado en 2007); Los mitos filosóficos. Exposición atemporal de la filosofía (México, 1985 y Barcelona, 2006), en el que revisa la historia de la filosofía en cuanto a cinco mitos: de salvación y narcisismo, de revelación y clarividencia, de totalidad y de destino, de frontera e infierno y de servidumbre y confirmación (este texto es pro- ducto de un ciclo de conferencias que, casi con el mismo título, dictara Nuño por invitación de la Dirección de Cultura de la UCV, en 1985), Sarte (Caracas, 1971), Elementos de lógica formal (Caracas, 1975 y 1980), con la cual tuve el placer de colaborar tipográficamente, La revisión heideggeriana de la historia de la filosofía (Caracas, 1962).

Juan Nuño fue marxista en su juventud y, como contribución a la difusión de ese pensamiento, publicó en 1965, con una segunda edición en 1980, El sentido de la filosofía contemporánea, del que pronto renegó. Además se ocupó de la relación entre el marxismo y la cuestión judía en tres obras: El marxismo y las nacionalidades. El planteamiento de la cuestión judía en el marxismo clásico (Bogotá, 1972), El marxismo y la cuestión judía (Caracas, 1977) y Sionismo, marxismo, antisemitismo. La cuestión judía revisa- da (Caracas, 1987; Barcelona, 2006).

En el terreno filosófico-literario Juan nos entregó varios ensayos, entre los que se cuentan: Dialéctica platónica. Su desarrollo en relación con la teoría de las formas (Caracas, 1962), La superación de la filosofía y otros ensayos (Caracas, 1973), Compromisos y desviaciones. Ensayos de filosofía y literatura (Caracas, 1978); Kafka: clave judía (Mérida, Venezuela, 1983); la ya nombrada, 200 horas en la oscuridad. Crónicas de cine (Caracas, 1986); Doble verdad y la nariz de Cleopatra (Caracas, 1988); La veneración de las astucias. Ensayos polémicos (Caracas, 1989); La escuela de la sospecha: nuevos ensayos polémicos (Caracas, 1990); Fin de siglo. Ensayos (México, 1992); Escuchar con los ojos (Caracas, 1993); Ética y cibernética: ensayos filosóficos (Caracas, 1994).

Para terminar quisiera compartir dos anécdotas que involucran a nuestro personaje. Buscando datos para el encuentro que sería realizado por la Facultad de Humanidades y Educación, la Asociación de Profesores y la Dirección de Cultura de la UCV, se me permitió tener acceso a su expediente en la Facultad y me encontré una pequeña es- quela que Juan le envió el 12 de mayo de 1976 al Coordinador de la Facultad, su amigo Rafael Di Prisco, que transcribo in extenso:

Dr. Rafael Di Prisco

Director de Coordinación De la Facultad de Humanidades y Educación Presente.-

De conformidad con lo tratado verbalmente, cumplo con dirigirme a usted para informarle que, desde el mes de Noviembre del pasado año, tanto en la nómina de pago como en los listados de la Universidad aparezco con la mención “Profesor en Año Sabático”. No siendo, por desgracia, veraz dicha denominación, ruego a usted se sirva ordenar las medidas que estime pertinente a fin de restituirme a mi más modesta pero cierta posición de “Profesor en espera de Sabático”.

De usted, muy atentamente

Dr. Juan Nuño

La segunda anécdota es un poco más lejana en el tiempo. Corría el año 1971, luego de la cuasi fallida renovación universitaria del 69 y 70, el allanamiento de la UCV por parte del ejército, incluidos tanques de guerra, (siendo Presidente de la República un egresado y profesor de la misma universidad, cumpliéndose aquel dicho popular de que “no peor hay cuña que la del mismo palo”), y sobre todo, para efectos de nuestra anécdota, el desmembramiento –forzada separación de algunas de sus escuelas e institutos de la sede principal- de la Facultad de Humanidades y Educación por parte de las autoridades interinas. La Escuela de Filosofía había sido mudada “provisionalmente” para una quinta de nombre “Bivia” en la Urbanización El Bosque, al lado de un hotelito de “alta circulación”. Un grupo de profesores que participó en la renovación universitaria y que dignamente rechazó esa política de desmembramiento de la Facultad fue expulsado de la Universidad; Juan Nuño estuvo a punto de sufrir la misma suerte por haber escrito una larga carta dirigida al “Sr. Director interino de la Escuela de Filosofía”, con fecha 1 de octubre de 1971. Sólo voy a resaltar un par de párrafos que considero representativos del talante moral e intelectual de quien fuera en vida mi profesor, tutor y amigo:

 El traslado de la Escuela de Filosofía fuera de la Ciudad Universitaria equivale, de hecho, a un desmembramiento de la Facultad de Humanidades y Educación. En cualquier Facultad, semejante procedimiento atentaría contra la noción misma de Universidad, concebida como un todo orgánico, interrelacionado; en el caso de la Facultad de Humanidades y Educación es, además, especialmente grave, pues rompe con la unidad cultural de los estudios humanísticos, que, muy precisamente, deben centrarse en torno a la Escuela de Filosofía, equivale a asestar un golpe posiblemente mortal a la concepción interdisciplinaria y fundamentante de dichos estudios, tanto más si se tiene en cuenta que, con la inminente creación de los Colegios Universitarios, la Facultad de Humanidades y Educación está destinada a ser una de las Facultades básicas de la formación universitaria integral.

[…]

Por considerar que, de seguir dictando cursos fuera del recinto universitario y en condiciones de total aislamiento de la Escuela de Filosofía, no haría sino contribuir a incrementar los peligros que sobre dicha Escuela se ciernen, tanto a corto como a largo plazo, llego a la conclusión de tener que suspender mi actividad docente en la Escuela hasta que ésta retorne a su sede de la Ciudad Universitaria conjuntamente con el resto de la Facultad. Obro así movido tan sólo por el afán de salvaguardar una Escuela a la que, aún sin pertenecer formalmente a ella, le he consagrado una actividad docente ininterrumpida durante diecinueve años cumplidos. Salvo de esta manera mi responsabilidad ante las consecuencias que pudieran derivarse del actual intento de desmembramiento de la Escuela respecto de la Facultad de Humanidades y Educación.

Y concluye su correspondencia con la siguiente frase:

Le agradeceré a usted que tenga a bien comunicar esta carta a los alumnos mediante exhibición pública de la misma en cartelera de la Escuela o lugar visible. Ellos son los primeros interesados en conocer las razones que me asisten en este momento.


http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-43242012000100007


Juan Nuño (1927-1995), por Ibsen Martínez


28 de marzo, 2012


La nostalgia es otra forma de la utopía”. Esto escribió Juan Nuño en una de sus columnas del El Nacional, a mediados de los años ochenta.

No recuerdo a punto cierto “de qué iba” la columna; sólo sé que la frase se quedó conmigo hasta el sol de hoy, cuando lo más veraz que cruzó por mi cabeza tan pronto comencé a escribir este artículo fue ese aforismo nuñiano y como es muy cierto que las ideas vienen con el lenguaje, y no al revés, es nostalgia lo que asocio a la palabra “Nuño” y, sin más, me entrego a ella.

Esta semana, conmemorativa de lo que habría sido su cumpleaños número 85, comenzó el domingo pasado con una entrega especial del “Papel Literario” de El Nacional. Para hoy miércoles se anuncia un acto en la UCV en el curso del cual me hallaré en muy buena compañía, con gente muy de tejas arriba, casi toda ella del mundo académico venezolano, gente que como yo, también fue amiga de Juan Nuño mientras anduvo por el mundo dando guerra.

Me honra sobremanera que se haya pensado en mí y me alegra burda poder allegar una palabra o dos de evocación apreciativa a los eventos pautados por la Asociación de Profesores de la UCV y la Escuela de Filosofía de esa casa de estudios, porque, en verdad, Juan Nuño y yo fuimos amigos y lo primero que cuento como muy singular de esa amistad es que nada estaba dispuesto en mi vida para ser amigo suyo. No éramos contemporáneos, no ibamos por los mismos andurriales; hacer amistad con Nuño estuvo entra las cosas más improbables y chéveres que pudo pasarme en aquel tiempo que hoy nostalgio.

[Debemos a Alberto Barrera Tyszka el verbo “nostalgiar” que encuentro muy apto para aparejar este articulo.]

Nostalgia primera : Un día de entre los días de aquellos remotos años ochenta, me enzarcé en un muy feo intercambio de pesadeces con el politólogo Anìbal Romero en el curso de algo que hubiera debido ser polémica “de altura” si yo no hubiese cedido a mi intemperancia con un barriobajero artículo francamente injurioso y perdonavidas del que todavía no alcanzo a avergonzarme lo bastante. Como Aníbal no es pendejo, me asestó un gancho de contragolpe ― un gancho barquisimetano, saquen la cuenta ― y yo, encarajinado, me aprestaba a la escalada cuando sonó el teléfono. “Es Juan Nuño”, dijo mi hijo al pasarme el teléfono.

Ahora bien, Nuño y yo nos conocíamos como suele decirse de “quihubo quihubo” y una cortés cabezada al cruzarnos en la redacción de El Nacional donde compartiamos página con tipos tan lerdos como José Ignacio Cabrujas y Manuel Caballero. Yo lo admiraba mucho, desde luego, desde los tiempos en que él escribía la reseña la cronica de cine de la desaparecida revista Suma,otra nostalgia. Pero ¿una llamada de Nuño?

Cuando me puse al habla, Nuño saludó muy cortésmente y enseguida me dijo : “Oigan, paren eso, parecen dos chiquillos.” No era un regaño, era un reclamo amistosísimo. Lo que siguió fue una frondosa y cordial reconvención, trufada con encomios para Aníbal y este servidor, destinados a encarecer la idea de que “dos tipos como ustedes no pueden estar a la greña”. Y añadió algo que sonó a afectuosa amenaza: “No voy a permitirlo”.

Como Nuño era, a su castiza manera, anglófilo , creo que al tono de su voz y a su amigable fraseo les cuadra muy bien la palabra inglesa “avuncular”. Total de la vaina que el profe se ofreció a juntarnos en una cena en su casa para hacer las paces y de sólo imaginar a Juan Nuño puesto en el desagradable trance de pedirnos que nos dejásemos de vainas y nos diésemos la mano me irrigó la cara una roja ola de vergüenza.

Soy muy bueno improvisando y al bote pronto le dije que de ninguna manera, que como yo habìa empezado la gresca me tocaba ponerle fin y ofrecer las excusas del caso. Todo lo que necesitaba era el número de teléfono de Aníbal. Si un cuento es breve es dos veces bueno: Nuño me dio el teléfono de Aníbal, ofrecí excusas, Anibal las aceptó y el caso es que a estas alturas ni él ni yo recordamos porqué fue que agarramos piedras del piso.

El episodio tuvo para mì el valor de una lección en civilidad y respeto por la opinión ajena y me sirve hoy para fechar el momento en que dio inicio nuestra amistad porque aquel rifirafe con un amigo suyo fue el pasadizo por el que, para fortuna mía, terminé yo siéndolo también.¡Y ya basta de remembranza querendona!

Termino recomendando el que acaso sea su libro mejor : “Los mitos filosóficos” que debe leerse inmediatamente antes de “La filosofía en Borges”. Y para los sibaritas, “La veneración de las astucias”.

Nuño. ¡Vaya si ha hecho falta todos estos años!


https://historico.prodavinci.com/2012/03/28/artes/juan-nuno-1927-1995-por-ibsen-martinez/



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